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El empoderamiento a examen

Jo Rowlands

Poder y empoderamiento

El uso acrítico que se suele hacer del término 'empoderamiento' en la teoría y la práctica del desarrollo oculta un concepto problemático. Muchos trabajadores y responsables de políticas de desarrollo se habrán encontrado con esta expresión en la obra de Caroline Moser (1989) sobre el análisis de género. Sin embargo, el desarrollo no es el único contexto en el que se emplea. Actualmente oímos hablar del empoderamiento incluso a políticos convencionales como Bill Clinton o John Major. Su uso en algunas disciplinas especialmente en educación de adultos, trabajo comunitario y trabajo social es relativamente más avanzado, aunque también en estos ámbitos se podría tener más claridad respecto al concepto y a sus aplicaciones.

Parte de la confusión surge porque el concepto raíz el poder es también objeto de polémica, y así se entiende y se experimenta de distinta forma por diferentes personas. De hecho, puede que quien invoca el 'empoderamiento' no sea consciente de las posibilidades de suscitar malentendidos que encierra este término. El poder viene siendo objeto de numerosos debates en todas las ciencias sociales (1). Algunas definiciones se centran, con diferentes grados de sutileza, en la capacidad de que dispone una persona o un grupo para lograr que otra persona o grupo haga algo en contra de su voluntad. Este 'poder' se ubica en los procesos de toma de decisiones, en el conflicto y la fuerza, y podría describirse como poder 'de suma cero': cuanto más poder tiene una persona, menos tiene la otra. Otras definiciones distinguen entre varios tipos de poder, que se entiende que sirven a distintos propósitos y tienen diferentes efectos en o sobre la sociedad. Entre ellos se incluyen el 'poder de amenaza', el 'poder económico', el 'poder integrador' o 'el poder para crear relaciones como el amor, el respeto, la amistad o la legitimidad, entre otros' (2).

La mayor parte de los marcos conceptuales para entender el poder parecen ser 'neutrales'; es decir, no hacen mención a cómo se distribuye realmente el poder dentro de una sociedad. Tampoco consideran las dinámicas de poder que afectan al género o a la raza, a la clase, ni a ningún otro factor de opresión. Esta ausencia es abordada por varias teóricas feministas (3). Convencionalmente, el poder se define en relación con la obediencia el 'poder sobre', ya que se considera que ciertas personas tienen control o influencia sobre otras. Un análisis de género muestra que el 'poder sobre' lo ejercen predominantemente los hombres sobre otros hombres, los hombres sobre las mujeres, y los grupos sociales, políticos, económicos o culturales dominantes sobre los que están marginados. Es, por tanto, un instrumento de dominación, cuyo uso puede verse en la vida personal de la gente, en sus relaciones más próximas, en sus comunidades y más allá de ellas.

Este tipo de poder puede ejercerse de una manera muy sutil. Diversas autoras feministas han descrito la forma en que las personas a las que se niega sistemáticamente el poder y la influencia en la sociedad dominante interiorizan los mensajes que reciben sobre cómo se supone que tienen que ser, y cómo estas personas llegan a creer que esos mensajes son ciertos (4). Esta 'opresión interiorizada' se adopta como un mecanismo de supervivencia, pero se convierte en algo tan arraigado que sus efectos se confunden con la realidad. De este modo, por ejemplo, una mujer que es sometida a abusos violentos cuando expresa sus propias opiniones, puede comenzar a abandonarlas, y finalmente llegará a creer que no tiene opiniones propias. Cuando el control se interioriza de esta forma, el uso abierto del 'poder sobre' deja de ser necesario.

La definición de poder en términos de dominación y obediencia contrasta con aquella otra que define el poder en términos generativos; por ejemplo, 'el poder que tienen algunas personas para estimular la actividad de otras y elevar su estado de ánimo' (5). Un aspecto de esta definición de poder es el tipo de liderazgo que surge del deseo de ver que un grupo alcanza todo aquello que de lo que es capaz, donde no hay conflicto de intereses y es el propio grupo el que fija su agenda colectiva de trabajo. Este modelo de poder no es de suma cero; el aumento de poder de una persona no disminuye necesariamente el de la otra. Y, como observa Liz Kelly (1992), 'sospecho que el término empoderamiento se refiere a este poder para, y que éste se logra aumentando la capacidad de una persona de cuestionar y resistirse al poder sobre'.

¿Qué es el empoderamiento?

El significado de 'empoderamiento' se puede ver ahora en relación con la interpretación que el usuario hace del poder. En el contexto de la definición convencional, el empoderamiento debe consistir en introducir dentro del proceso de la toma de decisiones a las personas que se encuentran fuera del mismo. Ello pone un fuerte énfasis en el acceso a las estructuras políticas y a los procesos formalizados de toma de decisiones y, en el ámbito económico, en el acceso a los mercados y a los ingresos que les permitan participar en la toma de decisiones económicas. Todo ello remite a personas capaces de aprovechar al máximo las oportunidades que se les presentan sin o a pesar de las limitaciones de carácter estructural o impuestas por el Estado. Dentro de la interpretación generativa de poder, el empoderamiento también incluye el acceso a procesos intangibles de toma de decisiones. Estos se refieren a los procesos por los que las personas toman conciencia de sus propios intereses y de cómo éstos se relacionan con los intereses de otros, con el fin de participar desde una posición más sólida en la toma de decisiones y, de hecho, influir en tales decisiones.

Las interpretaciones feministas del poder nos llevan a una comprensión del poder aún más amplia, dado que van más allá de las definiciones formales e institucionales del poder, e incorporan la idea de que 'la dimensión personal es política' (6). Desde la perspectiva feminista, la interpretación del 'poder sobre' conlleva la comprensión de las dinámicas de la opresión y de la opresión interiorizada. Puesto que éstas afectan a la capacidad de participar en la toma de decisiones formal e informal, y de ejercer influencia de los grupos menos poderosos, también afectan a la forma en que los individuos o los grupos se perciben a sí mismos y perciben su capacidad de actuar e influir en el mundo que les rodea. El empoderamiento es, por lo tanto, algo más que el simple hecho de abrir el acceso a la toma de decisiones; también debe incluir los procesos que llevan a las personas a percibirse a sí mismas con la capacidad y el derecho a ocupar ese espacio decisorio. Esta noción, por lo tanto, se superpone a las otras categorías de 'poder para' y 'poder desde dentro'.

Estas interpretaciones del empoderamiento implican dar el más amplio alcance a toda la gama de capacidades y potencial humano. Como han mostrado las feministas y otros científicos sociales, las capacidades que se atribuyen a un determinado conjunto de personas son, en gran medida, una construcción social. El empoderamiento debe implicar deshacer las construcciones sociales negativas, de forma que las personas afectadas lleguen a verse como poseedoras de la capacidad y el derecho a actuar y a tener influencia.

En esta concepción ampliada del empoderamiento cabe observar tres dimensiones:

Las profundas diferencias que existen aunque a menudo no se reconocen en las formas de entender el poder quizás explican cómo personas y organizaciones tan alejadas políticamente como las feministas, los políticos occidentales y el Banco Mundial hayan adoptado el concepto con tanto entusiasmo.

El empoderamiento en la práctica

La idea de empoderamiento se utiliza cada vez más como instrumento para comprender qué es lo que se precisa para cambiar la situación de los pobres y de los marginados. En este contexto, existe un acuerdo generalizado en que se trata de un proceso; que implica cierto grado de desarrollo personal, aunque esto no es suficiente; y que implica pasar del conocimiento a la acción.

En un contexto psicoterapéutico, McWhirter (1991) define el empoderamiento como:

El proceso por el que las personas, las organizaciones o los grupos carentes de poder (a) toman conciencia de las dinámicas del poder que operan en su contexto vital, (b) desarrollan las habilidades y la capacidad necesaria para lograr un control razonable sobre sus vidas, (c) ejercitan ese control sin infringir los derechos de otros y (d) apoyan el empoderamiento de otros en la comunidad (el énfasis es nuestro).

La autora hace una distinción útil entre 'la situación de empoderamiento', donde se cumplen estas cuatro condiciones, y 'una situación empoderadora', en la que se dan o se están desarrollando una o más de dichas condiciones, pero donde no están presentes todas ellas.

Todas estas definiciones tienen a la comprensión como cuestión en común. Si uno comprende su situación, habrá más posibilidades de que actúe para intervenir sobre ella. También es común la cuestión de la actuación colectiva. La definición de McWhirter deja claro que la acción no se emprende para obtener un poder con el que dominar a otros. Los especialistas en trabajo social de grupos también insisten en que el empoderamiento ha de emplearse en el contexto de la opresión, dado que el empoderamiento supone trabajar para eliminar los efectos y el propio hecho de que existan situaciones injustas de desigualdad (Ward y Mullender, 1991). El empoderamiento puede darse a pequeña escala, uniendo a personas que viven situaciones similares mediante la autoayuda, la educación y el apoyo, o mediante la creación de grupos y redes de acción social; o a una escala mayor, a través de la organización de la comunidad, la realización de campañas, el cabildeo sobre los órganos legislativos, la planificación social y el desarrollo de políticas (Parsons 1991).

Las definiciones de empoderamiento que se emplean en educación, en asesoramiento y en trabajo social, aunque se han desarrollado en el trabajo en los países industrializados, son muy similares al concepto de Freire de concientización, que se centra en individuos que se convierten en 'sujetos' de sus propias vidas y desarrollan una 'conciencia crítica'; es decir, la comprensión de sus circunstancias y del entorno social que los conduce a la acción.

En la práctica, gran parte del trabajo de empoderamiento implica formas de trabajo en grupo. El papel del profesional externo es en este contexto el de ayudante y facilitador; cualquier papel más directivo se ve como algo que interfiere en el empoderamiento de las personas implicadas. Las habilidades de facilitación exigen sutileza para ser efectivas, y esto suele significar que los profesionales deben volver a aprender hasta cierto punto cómo desempeñar su labor, y desarrollar habilidades de alto nivel para tomar conciencia de sí mismos. En algunos casos, el facilitador profesional tiene que convertirse en un miembro del grupo, y ha de estar dispuesto a realizar el mismo tipo de aportación personal que se anima a realizar a los demás participantes.

El profesional externo no puede prtender controlar los resultados de un empoderamiento auténtico. Refiriéndose a la educación, Taliaferro (1991) señala que el verdadero poder no se puede otorgar; viene de adentro. Cualquier noción de empoderamiento en la que éste sea otorgado por uno u otro grupo oculta un intento de mantener el control; la autora afirma que la idea de un empoderamiento gradual es 'especialmente sospechosa'. Un empoderamiento real podría tomar direcciones imprevistas. Los profesionales externos, por lo tanto, han de tener claro que cualquier 'poder sobre' que puedan tener en relación con las personas con las que trabajan será posiblemente cuestionado por éstas. Esto plantea una cuestión ética y política: si en realidad tienes 'poder sobre' como es el caso de las autoridades legales o de las organizaciones económicamente poderosas, como las organizaciones para el desarrollo resulta engañoso negar que esto es así.

El empoderamiento en un contexto de desarrollo

¿Cuál es la forma más útil de aplicar el concepto de empoderamiento en un contexto de desarrollo? La mayor parte de la bibliografía sobre empoderamiento, con la excepción de Freire y Batliwala, tienen su origen en trabajos realizados en las sociedades industrializadas. ¿Experimentan los pobres o las mujeres y hombres marginados los mismos problemas en los países en desarrollo? La falta de acceso a los recursos y al poder formal es en ambos casos significativa, incluso si consideramos que los contextos en los que se experimentan estas carencias sean muy diferentes. La definición de empoderamiento de McWhirter parece igualmente pertinente en cualquiera de los dos contextos. Lo más probable es que las diferencias se nos presenten en la forma en la que éste se lleva a la práctica, y en las actividades concretas que se realicen. Esto se confirma en una de las pocas definiciones de empoderamiento que tiene un enfoque específico sobre el desarrollo (Keller y Mbwewe, 1991), en la que éste se describe como:

Un proceso mediante el cual las mujeres llegan a ser capaces de organizarse para aumentar su propia autonomía, para hacer valer su derecho independiente a tomar decisiones y a controlar los recursos que les ayudarán a cuestionar y a eliminar su propia subordinación.

Srilatha Batliwala, al tratar el empoderamiento de la mujer, ha realizado un detallado estudio sobre programas de empoderamiento de mujeres, prestando atención al Desarrollo Rural Integrado (DRI: intervenciones económicas, toma de conciencia y organización de mujeres) y el apoyo en Investigación, Capacitación y Recursos (7). La autora señala que en algunos programas (especialmente en DRI), las expresiones empoderamiento y desarrollo se utilizan como sinónimos. A menudo se parte del supuesto de que el poder llega automáticamente a través de la solidez económica. Podría ser así, pero muchas veces no lo es, en función de relaciones específicas determinadas por el género, la cultura, la clase social o la casta. Las relaciones económicas no siempre mejoran la situación económica de las mujeres, y con frecuencia añaden cargas extra. Todavía son frecuentes las acciones de desarrollo 'para' las mujeres, y un enfoque centrado exclusivamente en las actividades económicas no crea automáticamente un espacio para que la mujer analice su propio papel como mujer, ni otros aspectos problemáticos de su vida.

Las actividades económicas y el proceso de empoderamiento

Las actividades económicas podrían ampliar la gama de opciones para las personas marginadas, pero no necesariamente les permite alcanzar el punto en el que puedan asumir por sí mismas la creación de las opciones entre las que han de elegir. Para lograrlo, se necesita una combinación de confianza y autoestima, de información, de habilidades analíticas, de capacidad para identificar y aprovechar los recursos disponibles y de influencia política y social, entre otros elementos. Los programas que parten de las demandas y de los deseos de las personas que participan en ellos son un paso hacia el empoderamiento, pero no enfrentan por sí mismos las presunciones que esas personas (y las que están a su alrededor) ya están haciendo sobre lo que pueden y lo que no pueden hacer: el punto en el que la opresión interiorizada, en combinación con un contexto económico y social específico, opera para restringir las opciones que la gente percibe como posibles y como legítimas. Un enfoque del empoderamiento centrado en la actividad económica ha de prestar atención a algo más que a la actividad en sí. Es necesario diseñar deliberadamente los procesos y las estructuras a través de las cuales opera la actividad económica con objeto de crear oportunidades para que se produzca el proceso de empoderamiento.

El papel de los agentes externos

El papel del profesional o del agente externo en el escenario del desarrollo es igual de importante que en los contextos de trabajo social antes descritos. Price describe el papel crucial que desempeña el personal femenino de una ONG de la India, poniendo como ejemplo una ocasión en la que una trabajadora clave, al hablar de su experiencia personal, permitió que otras mujeres hicieran lo mismo. Ello representa un marcado contraste en relación con la tendencia observable en muchos proyectos de desarrollo, como ocurrió en el movimiento Harambee de Kenia, que según relata Ngau (1987), estableció unas relaciones profesional-cliente promovidas por el personal auxiliar, que suscitaron el resentimiento y el abandono de la población local. Esto tiene consecuencias para la forma en la que desempeña su labor el personal de los programas y proyectos de desarrollo, así como el de las agencias de ayuda. Un proceso de empoderamiento que trate de implicar a los pobres y a los marginados no puede ser eficaz si la metodología es directiva y verticalista, o fomenta la dependencia. El empoderamiento es un proceso que no puede imponerse por actores externos, aunque un adecuado apoyo e intervención externa pueden acelerarlo y fomentarlo. Demanda un enfoque facilitador y una actitud de pleno respeto y confianza para con las personas con las que se trabaja o a las que se acompaña (8). Plantea, por lo tanto, grandes exigencias a los agentes de cambio, y podría demandar (y contribuir a) su propio empoderamiento. Por otra parte, y dado que la mayoría de los profesionales están capacitados para trabajar de formas que desempoderan y por las que se dice a otros lo que deben hacer y pensar, el empoderamiento requiere un esfuerzo consciente y sostenido para modificar esa pauta de conducta y clarificar las expectativas mutuas.

El empoderamiento individual

Debatiendo el empoderamiento a través del proceso de concienciación y de organización de las mujeres, Batliwala destaca un aspecto de un enfoque del empoderamiento que plantea dificultades para muchas organizaciones que trabajan en el ámbito del desarrollo: puede ser un proceso desesperadamente lento. La mayor parte de las organizaciones que aportan fondos tienen una comprensible preocupación por mostrar resultados. Pero el esfuerzo necesario para elevar los niveles de confianza y autoestima entre los pobres y los marginados de una forma tal que amplíe su capacidad para asumir sus propias necesidades requiere inevitablemente mucho tiempo. Es un proceso que cada persona ha de recorrer a su ritmo. A causa de ello, existe la tentación de trabajar con personas que ya tienen cierto grado de confianza en sí mismas. Este es uno de los motivos por los cuales los programas enfocados al empoderamiento a menudo fracasan a la hora de implicarse con los más pobres y los más marginados. Incluso para participar en un grupo, necesitas ser mínimamente consciente de tu valía y de tus propias capacidades, así como ser capaz de superar los obstáculos que impiden tener el tiempo necesario para participar.

El empoderamiento colectivo

En un contexto de desarrollo, aunque el empoderamiento individual es un ingrediente para alcanzar el empoderamiento a nivel colectivo e institucional, no es suficiente concentrarse únicamente en los individuos. Se precisan cambios en las capacidades colectivas de los individuos para que asuman la identificación y la satisfacción de sus propias necesidades, sea como unidades familiares, comunidades, organizaciones instituciones y sociedades. Al mismo tiempo, debemos reconocer que la eficacia de tal actividad grupal también se basa en el empoderamiento individual de al menos algunas personas.

Los profesionales que participan en un trabajo de empoderamiento tienen que preguntarse una y otra vez cómo está afectando la intervención de desarrollo a los diversos aspectos de las vidas de las personas directamente implicadas. Un proceso de seguimiento y evaluación que refleje el proceso de empoderamiento es algo esencial. Hay que involucrar a las personas en la identificación de indicadores de cambio adecuados, y en el establecimiento de criterios para evaluar el impacto. A medida que avanza el proceso de empoderamiento, éstos tendrán inevitablemente que ser revisados y modificados. Resulta vital esclarecer las dinámicas que empujan a los pobres y a los marginados a quedarse dentro de lo seguro y lo conocido, con el fin de asegurar que el proceso de empoderamiento se mantenga correctamente enfocado. Los indicadores cualitativos y esto es algo evidente en sí mismo son fundamentales para la evaluación de empoderamiento.

Conclusión

El 'empoderamiento' tiene mucho en común con otros conceptos utilizados por los trabajadores y los planificadores del desarrollo, como 'participación', 'fortalecimiento de capacidades', 'sostenibilidad' o 'desarrollo institucional'. Existe, sin embargo, la preocupante tentación de emplearlos dejando fuera de escena los problemáticos conceptos del poder y de la distribución del poder. A pesar de su atractivo, estos términos pueden convertirse fácilmente en una forma más de ignorar o de ocultar las realidades del poder, de la desigualdad y de la opresión. Y sin embargo, son precisamente estas realidades las que conforman las vidas de los pobres y de los marginados, y de las comunidades en las que viven.

El concepto de empoderamiento, si se emplea de forma precisa y deliberada, puede contribuir a centrar el pensamiento, la planificación y la acción en el ámbito del desarrollo. No obstante, cuando se emplea de forma descuidada, deliberadamente imprecisa o como una mera consigna, se corre el riesgo de degradarlo y devaluarlo.

Notas

Referencias

Bachrach, P. and M.S. Baratz (1970) Power and Poverty: Theory and Practice, New York: Oxford University Press.

Batliwala, S. (1983) Empowerment of Women in South Asia: Concepts and Practices, New Delhi: Asian-South Pacific Bureau of Adult Education and Freedom from Hunger Campaign.

Boulding, K. (1988) Three Faces of Power, London: Sage.

(Existe edición castellana: Las tres caras del poder. Barcelona: Paidós, 1993)

Foucault, M. (1980) Power/Knowledge: Selected Interviews and Other Writings, ed. Colin Gordon. Brighton: Harvester.

Giddens, A. (1984) The Constitution of Society, Cambridge: Polity.

Hartsock, N. (1985) Money, Sex and Power: Towards a Feminist Historical Materialism, Boston: Northeastern University Press.

Hartsock, N. (1990) `Foucault on power: a theory for women?' in L.J. Nicholson, (ed): Feminism/Postmodernism, New York and London: Routledge.

Jackins, H. (1983) The Reclaiming of Power, Seattle: Rational Island.

Keller, B. and D.C. Mbwewe (1991) `Policy and planning for the empowerment of Zambia's women farmers', Canadian Journal of Development Studies 12/1: 75-88.

Kelly, L. (1992) `The Contradictions of Power for Women', paper presented at the NFHA Women and Housing Conference. Mimeo.

Lukes, S. (1974) Power: a Radical View, London: Macmillan.

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Moser, C. (1989) `Gender planning in the Third World: meeting practical and strategic gender needs', World Development, 17:11.

Ngau, P.M. (1987) `Tensions in empowerment: the experience of Harambee (self-help) movement, Kenya', Economic Development and Cultural Change 35/3:523-8.

Parsons, R.J. (1991) `Empowerment: purpose and practice principle in social work', Social Work with Groups 14/2:7-21

Pheterson, G. (1990) `Alliances between women: overcoming internalised oppression and internalised domination' in A. Albrecht and R.M. Brewer (eds): Bridges of Power: Women's Multicultural Alliances, Philadelphia: New Society.

Price, J. (n.d.) `Women's Development: Welfare Projects or Political Empowerment?', presented at Amsterdam conference. Mimeo.

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Taliaferro, M.B. (1991) `The myth of empowerment', Journal of Negro Education 60/1: 1-2.

Ward, D. and A. Mullender (1991) `Empowerment and oppression: an indissoluble pairing', Critical Social Policy 11/2:21-30.

La autora

Jo Rowlands ha trabajado durante más de diez años como capacitadora y asesora de cooperativas y ONG en Gran Bretaña y en América Latina. Es directora adjunta de Manantial Women's International Link, una NGO británica que reúne a las mujeres de países industrializados y en desarrollo, y autora de Questioning Empowerment, Oxford: Oxfam, 1997


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