Associated Publications


Abstracts   Contact    About    Submissions    Authors   Subscribe

Niños de la guerra en Filipinas

Hàns Buwalda

Introducción

Los problemas de la infancia en tiempo de guerra no se suelen tratar en la mayor parte de la bibliografía sobre el desarrollo. Sin embargo ciertas organizaciones, especialmente en países azotados por conflictos armados de carácter político, son cada vez más conscientes de que la infancia se convierte a menudo en la víctima de estos procesos, y de que esta situación tiene importantes consecuencias no sólo para los niños considerados individualmente, sino también para el desarrollo social en general. En un buen número de países hay grupos que intentan establecer programas para ayudar a la infancia a superar el trauma producido por la guerra. Pero sus miembros carecen de la experiencia necesaria.

Este artículo (1) se ocupa de los niños de la guerra en Filipinas. Se basa en mis experiencias como terapeuta de formación occidental que trabaja con los que se ocupan del desarrollo, y específicamente con niños que sufren, o que potencialmente pueden padecer un trauma relacionado con la guerra. Explica la combinación de un enfoque terapéutico occidental con un programa terapéutico autóctono destinado a jóvenes víctimas de la guerra, como el que se realiza en el Childrens Rehabilitation Center de la ciudad de Davao (2). Ello podría aportar un modo de abordar problemas sociales más amplios que afectan a los niños que crecen en medio de la violencia.

El trauma bélico en la infancia

Todos estructuramos nuestro propio entorno: todo ser humano intenta descubrir una lógica elemental, o establecer una explicación que relacione las cosas que percibe, conoce y siente, integrándolas en una unidad más o menos comprensible. La guerra perturba este proceso, especialmente en el caso de los niños que son atrapados por ella.

Los niños de la guerra presentan a menudo los síntomas de traumas psicológicos graves: trastornos del sueño y dificultades de concentración, pesadillas, retraimiento, agresividad, miedo a los ruidos y a los movimientos inesperados, comportamiento dependiente, depresión, incapacidad para establecer relaciones íntimas o enuresis nocturna, etc. Estos síntomas influyen en su relación con el mundo que los rodea.

Es muy difícil para los niños filipinos comprender la situación de conflicto armado que vive su país. Con frecuencia intentan encontrar explicaciones para las matanzas, las 'desapariciones' o las evacuaciones forzosas, elaborando fantasías respecto a ellas. Y con frecuencia estas explicaciones imaginarias son irracionales e incluso más terroríficas y confusas que los propios hechos reales. La explicación que una niña ofrece del asesinato de su padre puede ser muy similar a ésta: la víspera del asesinato su padre la castigó por robar un mango. Ella se enfadó mucho y deseó no tener padre. La niña concluye que su padre ha sido asesinado porque ella deseó su muerte; y se siente muy culpable porque cree que es ella quien ha causado la muerte del padre.

Como norma general, la familia que pierde a uno de sus miembros no desea exponer a los niños al dolor que entraña saber lo que ocurrió realmente, tratándose de un ser querido. Por ejemplo, una madre puede decirles a sus hijos que su padre está muerto y al mismo tiempo prometerles que volverán a verlo. Los niños se sienten confundidos. Cuando comprenden que la muerte significa que la persona fallecida no volverá, no saben qué pensar. ¿Qué es lo cierto? ¿Su propio conocimiento de la muerte? ¿O la promesa de su madre, la persona en quienes más confían en el mundo? Además de la confusión que experimentan, los niños no tienen la posibilidad de manifestar su dolor, ni tampoco se les proporciona un modelo que les ayude a expresar el sentimiento de pérdida.

Los niños de la guerra se enfrentan a numerosos problemas emocionales. Una de sus mayores dificultades se refiere a la confianza. Algunos de ellos incluso reciben 'nombres falsos' y están totalmente confundidos a la hora de saber a quién pueden no confiar o no sus verdaderos nombres. Esto ocurre sobre todo cuando los padres no están cerca para indicarles qué nombre deben usar.

Otro de los problemas es el de la 'desaparición' de los padres: los niños temen que lo que les ha ocurrido a sus padres pueda ocurrirles también a ellos en el futuro. ¿Regresarán sus padres alguna vez? ¿Seguirán con vida? ¿Estarán sufriendo o siendo torturados? ¿Por qué abandonan a sus hijos, dejándolos solos?

Algunos niños han presenciado masacres en las que mataron a otros niños. ¿Cómo puede un niño entender tal cosa? Si otros niños pueden ser asesinados, ¿cómo van a estar ellos a salvo? Otros se han visto atrapados en el fuego cruzado o en bombardeos, y en algunos casos han sido gravemente heridos. Se sobresaltan al menor ruido o movimiento inesperado. Muchos han visto con sus propios ojos el apaleamiento o la muerte de sus padres. Si sus padres no son capaces de protegerse y defenderse a sí mismos ¿quién van a protegerles a ellos? Estos niños viven sumidos en un gran incertidumbre y temor.

¿Qué ocurre con los niños obligados a abandonar sus hogares? Alejados de todo aquello que les resulta familiar, son trasladados a un centro de evacuación sin los medios suficientes, donde pueden incluso pasar hambre y donde tienen que relacionarse con personas desconocidas y extrañas, víctimas como ellos de evacuaciones forzosas. La escasez de alimentos y las precarias condiciones higiénicas y sanitarias convierten las epidemias en moneda corriente. ¿Qué impacto produce en un niño la visión de la muerte de otros niños, en ocasiones por centenares?

El encarcelamiento de uno de los progenitores es también fuente de problemas emocionales. Algunos niños se niegan a ir a la escuela porque las verjas y las paredes les recuerdan a la cárcel. ¿Cómo puede entender un niño el hecho de que sus padres se encuentren en prisión sin haber cometido delito alguno? Otros niños sólo han conocido a sus padres por separado el uno en la cárcel y el otro en casa y no entienden la relación que existe entre ellos cuando el progenitor encarcelado es puesto en libertad. Cuando el padre vuelve a casa, tras una estancia en prisión, el niño acostumbrado a dormir con su madre se encuentra de repente durmiendo solo, separado de su madre y sustituido por un padre que le es extraño.

Además de estos traumas psicológicos y es muy frecuente que los niños sufran varios de los problemas antes descritos, muchos niños quedan físicamente discapacitados para el resto de sus vidas.

La situación en la que se encuentran los niños de la guerra se ha descrito como sigue:

Un niño sano, no sólo desde el punto de vista médico, sino también desde una perspectiva psicológica y social, es un niño transparente. Vemos perfectamente lo que ocurre en el interior del niño, y el niño no necesita ocultar sus verdaderos sentimientos o pensamientos. Sabe que su familia le protegerá, y goza de una red de relaciones y sistemas de seguridad que le protegerán en caso de que su familia no pueda atenderlo. Los niños de la guerra viven atrapados en una maraña de caos.

El niño que no presenta síntomas probablemente está peor que el que sí los presenta. El niño que presenta síntomas intenta al menos abrirse camino en medio de un entorno caótico. Algunos de los síntomas pueden ser: aumento de la agresividad, reacciones regresivas y trastornos psicosomáticos. Los niños que manifiestan determinados síntomas son capaces de conseguir que otros vean sus propios temores, sus protestas y su tristeza. Mientras haya síntomas hay esperanza. El caso del niño sin síntomas es mucho más grave. El caparazón resulta opaco; el niño ha perdido la capacidad de mostrar sus emociones al exterior. La negación parece estar en la raíz de esta reacción: la negación de los sentimientos de miedo, de rabia o de tristeza.(3)

Este tipo de problemas son muy frecuentes en Filipinas. En diciembre de 1988 había 3.800.000 niños involuntariamente desplazados de sus hogares; 144.000 hijos de prisioneros políticos; 4.681 niños testigos de matanzas; y 138.600 niños huérfanos tras la 'desaparición' o el asesinato de sus padres. (4)

El gobierno de Filipinas no hace casi nada para ayudar a estos niños. En ocasiones los funcionarios locales intentan distribuir comida y medicamentos en los centros de evacuación, aunque nunca reciben los recursos suficientes para satisfacer las necesidades, incluso cuando intentan sinceramente llevar a cabo su trabajo. Sin embargo en estos lugares no se ofrece asistencia psicológica. El gobierno nacional no quiere admitir que los niños son víctimas de violaciones de los derechos humanos por parte del ejército. A menudo los propios trabajadores de derechos humanos son acosados o son objeto de violaciones similares.

Terapia en el Centro de Rehabilitación Infantil

Gran parte del trabajo de terapia que se lleva a cabo en el Childens Rehabilitation Center (CRC) de la ciudad de Davao se realiza en casa, con los niños y sus padres (o las personas responsables del bienestar de los niños). El trabajo se realiza en casa porque es allí donde están los niños, y donde tienen que funcionar (5). También porque los padres están más en contacto con los niños, son más conscientes de sus problemas y deben aprender el modo de ayudar a los niños a resolverlos.

Buena parte de la terapia se realiza hablando con los padres: no se puede ayudar a los niños a cambiar si los padres no cambian también. El personal del CRC se entrevista con los padres o cuidadores para hacerse una idea acerca de los problemas del niño y de cómo éste y los padres se están enfrentando a ellos. A continuación, el personal del CRC hace las sugerencias necesarias para animar a los padres a modificar cualquier pauta de comportamiento que de forma visible afecte negativamente al bienestar de los niños.

Volviendo a nuestro ejemplo anterior, aquél en el que la madre les dice a los niños que el padre ha muerto, pero que volverán a verlo: el personal del CRC explicará en este caso a la madre que el único modo de ayudar a los niños es explicarles claramente que el padre ha muerto y que nunca volverá. La madre debe mostrar su dolor por la pérdida del marido en presencia de los niños, para enseñarles a manifestar su tristeza: los niños necesitan este modelo para poder expresar sus propios sentimientos. Sólo cuando el niño logra aclarar su confusión y puede manifestar su tristeza pueden desaparecer tanto los síntomas producidos por el trauma original como los que ha producido la confusión misma. Conforme la madre actúa de esta manera, hay una oportunidad de resolver los problemas de conducta de los niños que sean síntomas del trauma psicológico.

Pero hablar con los padres no basta: el personal del CRC también trabaja con los niños para aclarar la situación. Volviendo al mismo ejemplo: la madre le ha contado al personal del CRC que su hijo mayor ha estado robando dinero a otros miembros de la comunidad y que esto ha despertado la ira de los vecinos. Si el personal del CRC se hubiera limitado a hablar con la madre, y no con el hijo, la solución propuesta podría haberse vuelto en contra de que el chico dejara de robar. Sin embargo, trabajando con diversos medios, como la pintura, el teatro y la escritura, el personal del CRC descubre que el niño comenzó a robar para darle dinero a su madre, para que ella no tuviera que salir a trabajar, dejándolos solos a él y a sus hermanos, ya que el niño temía que la madre tampoco volviera. Así, el robo es un síntoma conductual del trauma psicológico producido por la muerte del padre, y de la confusión que esta muerte causa en el niño.

Sólo cuando se trabaja con todas las partes implicadas en este caso los padres y los niños es posible encontrar soluciones. Aclarar la confusión del niño y dejar que manifieste el dolor por la pérdida del padre, apoyándole en su dolor, son aspectos esenciales para que el muchacho logre superar esta muerte de una manera efectiva.

La Terapia de Proceso Creativo

La Terapia de Proceso Creativo (TPC) surgió por primera vez en Holanda. Es un tipo de psicoterapia que emplea medios no verbales de expresión individual. Son cinco los medios que se utilizan en la TPC: las artes plásticas, la música, la jardinería, el teatro y la danza o la expresión corporal.

La TPC se elabora atendiendo a la relación que los individuos establecen con su entorno inmediato. Para quienes trabajan con las artes plásticas, como es mi caso, lo esencial es de qué manera se relaciona la persona, en el entorno de la terapia, con los materiales y las herramientas disponibles, con el mobiliario de la sala y su disposición, así como con el terapeuta. Lo importante en la terapia creativa no es la calidad artística del producto, sino su elaboración; o, en otras palabras, el proceso.

Hay varias maneras en las que una persona pueda sentirse atraída por los materiales empleados en la terapia. A partir del modo en que el paciente se acerca a los materiales y los manipula, el terapeuta puede realizar el 'análisis de la atracción'. Puesto que el atractivo de un medio tiene mucho que ver con las necesidades del paciente, el terapeuta puede delinear una 'jerarquía de necesidades' a partir de este análisis. Cuando las necesidades se expresan raramente o no se expresan, lo más probable es que el paciente esté desarrollando un mecanismo de defensa.

Antes de que pueda comenzar a experimentar con aquellas áreas que considera 'peligrosas', el paciente necesita sentirse plenamente seguro en la terapia. Una vez que el terapeuta ha analizado el modo en que el paciente estructura el entorno, y cómo crea una unidad en su relación con éste, el terapeuta puede ayudarle a construir esa sensación de seguridad. El juego y las situaciones 'fingidas' a menudo proporcionan un sentimiento de seguridad. Sólo cuando estas condiciones se han establecido definitivamente puede surgir un proceso creativo en el curso del cual el paciente exprese sus necesidades y sentimientos, desarrolle poco a poco una comprensión nueva de las cosas y descubra nuevas posibilidades de enfrentarse a sí mismo y al mundo exterior. (6)

Planificación para el desarrollo de una Terapia de Proceso Creativo en el CRC

Durante los preparativos para la creación de un taller en régimen de internado, el personal del CRC me pidió que acudiera este taller y también que dirigiera las sesiones de TPC con los niños 'residentes'. Los niños se instalaron en el centro una semana antes del comienzo del taller, con el fin de que pudieran adaptarse al entorno inmediato del CRC. Procedían de un centro de Cotabato del norte, a dos horas en autobús desde la ciudad de Davao, y se disponían a pasar aquí las seis semanas que duraría el taller. Los 'residentes' asistirían a las sesiones de TPC por la mañana y por las tardes participarían en los talleres habituales del centro.

Mi primera reacción ante esta invitación fue de auténtico pánico. ¿Cómo iba a arreglármelas, sin materiales, sin conocer la lengua del país y en un medio cultural tan distinto? Además, los niños del grupo pertenecerían a diferentes culturas y hablarían distintas lenguas, pues procedían de distintas zonas y grupos étnicos. ¿Servirían de algo las sesiones? ¿Podría emprender suficientes actividades, dada la escasez de recursos disponibles? Sólo contaba con lo que pudiera encontrar alrededor de la casa. Por otro lado, los niños no estaban acostumbrados a expresarse mediante ningún tipo de forma plástica. Las sesiones se realizarían durante seis días a la semana, de 9.00 a 12.00 horas, un horario excesivamente intensivo que exigía una gran concentración tanto por parte de los niños como por mi parte. (Las sesiones en Holanda duran entre una y cuatro horas a la semana). Tendría poco tiempo para hacer la programación, pues por la tarde debería participar en las sesiones del CRC. Esto significaba que no podría planificar las sesiones con el debido cuidado y que tendría que confiar en mi intuición y mi experiencia para que aquéllas tuvieran algún valor terapéutico.

A pesar de todas las preguntas e incertidumbres, el hecho de que los niños hubiesen logrado superar las barreras lingüísticas y culturales para establecer contacto conmigo, y de que yo realmente quisiera ayudarlos a superar su trauma, me decidió a aceptar el reto y a considerarlo como un experimento, una experiencia de aprendizaje. Decidí que, en lugar de proponerme objetivos terapéuticos ambiciosos, las sesiones tendrían como finalidad que los niños pasasen un rato agradable trabajando en equipo en las artes plásticas. Me parecía importante que aquellos niños, que habían vivido experiencias traumáticas, tuviesen una experiencia positiva haciendo algo que pudiesen disfrutar, en un entorno de afecto y de apoyo. Este tipo de experiencias positivas pueden favorecer el desarrollo de la autoestima, algo de lo que, comprensiblemente, estos niños carecían por completo.

Los niños

Había ocho niños en el grupo. Los cinco niños 'residentes' venían de una casa de acogida para las víctimas de la guerra en Kidapwan, llamada 'Fundación Pagsagop'. Los otros pasaban el día entero en el centro, porque sus madres se habían ofrecido voluntariamente a preparar las comidas. Los niños tenían edades comprendidas entre los 7 y los 17 años y todos habían tenido algunas experiencias traumáticas como resultado de la guerra. Tata (10 años) y Gaga (7 años) habían perdido a sus padres y a dos hermanas; murieron a machetazos en una matanza perpetrada con cuchillos bolo por fanáticos del grupo de paramilitares Tad-Tad (cuyo significado literal es 'hacer picadillo'); el pequeño Tata había presenciado la carnicería cuando contaba 7 años. Su abuela intentó cuidar de ellos, pero a causa de su pobreza y de los problemas conductuales/emocionales de los niños, no pudo seguir haciéndolo. Los padres de Royroy (11 años) fueron detenidos y 'desaparecieron'. El padre de Nonoy (10 años) fue asesinado frente a la puerta de su casa; su madre se marchó con el hijo mayor para rehacer su vida en la isla de Luzón, y no tenía intención de que Nonoy viviera con ellos después de haberse casado de nuevo. El padre de Baby (17 años) fue asesinado en presencia de su hija. Weng (14 años) sufrió la violación colectiva de un grupo de soldados. Gigi (10 años) y Jun (12 años) formaban parte de un grupo de desplazados que huyeron de su región a causa de años de matanzas, detenciones, quema de casas y bombardeos por parte de militares y paramilitares.

Además, dado que los abogados que defienden los derechos humanos se servían de los supervivientes para presentar cargos contra grupos paramilitares, unidades militares y soldados individuales, y dado que muchos de los niños habían presenciado acciones semejantes de hecho, algunos de ellos eran los únicos testigos de masivas violaciones de los derechos humanos cometidas por soldados y grupos paramilitares, sus propias vidas corrían un peligro constante.

Los niños procedían en su mayoría de familias muy pobres. Tras el asesinato o la 'desaparición' de sus padres, otros miembros de la familia intentaban cuidar de ellos. Pero como la mayoría de los tíos, tías o abuelos no tenían dinero para alimentar siquiera a sus propios hijos, estos niños, ya traumatizados, acababan rodando de casa en casa. Cuando la familia que se ocupaba de ellos se decidía a pedir ayuda, la mayoría de los niños padecían una desnutrición grave y se sentían totalmente abandonados. Todos presentaban síntomas de trauma psicológico agudo, fruto de las terribles experiencias antes mencionadas.

Resultados de la Terapia de Proceso Creativo

El terapeuta de TPC que trabaja en un centro como el CRC tiene que ser mucho más creativo que el que trabaja en un país económicamente más desarrollado, como Holanda. El terapeuta debe ser creativo para encontrar las actividades y los materiales adecuados para la fase de desarrollo en la que se encuentra cada paciente en cada momento de la sesión.

Disponíamos de pocos recursos para el uso de los niños. Yo sólo podía usar las zonas de la casa que no estaban ocupadas por los demás talleres, y éstas cambiaba de un día para otro. Toda la gama de materiales de los que disponía consistía de tijeras, pegamento, lápices, pinturas de cera y papel. En una ocasión obtuve dinero para comprar papel de colores. De manera que me veía obligada a realizar el mayor número de actividades posibles con estos materiales, junto con los que pudiera encontrar alrededor de la casa, tales como plantas, semillas, cajas de cartón y conchas procedentes de la cena.

El dibujo era la única experiencia previa de los niños en el terreno de las artes plásticas, de modo que se convirtió en el elemento central de nuestro trabajo. Los niños comenzaron a dibujar bombardeos, matanzas, combates y sucesos por el estilo. Dibujaban las cosas que les habían hecho daño o que les producían más miedo. Repitieron lo mismo día tras día, hora tras hora, por espacio de unas cuatro semanas y media. Más tarde, cuando se redujo suficientemente el miedo y la agresión, los niños comenzaron a expresar otros sentimientos. Pasaron entonces a observar lo que ocurría a su alrededor, y acaso a disfrutar con ello; comenzaron a dibujar niños que comían helados, casas, árboles, frutas, juguetes y vestidos bonitos.

La autoestima de los niños mejoró notablemente en este periodo, mientras yo les enseñaba técnicas muy sencillas pero que ofrecían resultados sorprendentes y hermosos. Por ejemplo, les hacía dibujar con pegamento sobre un trozo se papel. Después cubrían el papel con arena fina y, al levantarlo, obtenían un cuadro. Para algunos niños era una gran sorpresa descubrir que eran capaces de hacer algo realmente bien y ver que los demás lo apreciaban sinceramente. Esto les animó a experimentar con una amplia gama de materiales, que incluía todo cuanto encontraban en la casa o en el jardín. Cada vez que conseguían hacer algo bien, o encontraban algo útil, se sentían orgullosos y reconocidos; de esta manera su autoestima fue creciendo.

Las sesiones de TPC se completaban con los talleres de la tarde, donde los niños cantaban, jugaban, practicaban deportes y compartían sus experiencias con otros niños y con el personal.

He aquí un ejemplo que muestra lo que este proceso significaba para los niños. Una tarde, por primera vez en dos meses, Tata se sentó en mis rodillas. Fue un momento muy íntimo y los demás niños supieron respetarlo. Me dijo que quería cantarme una canción, pero que no cantaba muy bien. Yo le contesté que me encantaría escuchar su canción de todos modos. Él cantó sentado en mis rodillas, me cogió los brazos para que lo abrazara y me clavó las uñas con fuerza. Me hacía daño, pero no dije nada porque comprendí que Tata estaba experimentando de nuevo lo que significaba el contacto físico con otra persona.

El caso de Royroy

Los padres de Royroy eran organizadores comunitarios. Una noche fueron detenidos por hombres vestidos con uniformes militares. Royroy era el único niño presente en la casa cuando esto ocurrió. Dice que reconoció a los hombres armados y que podría identificarlos. A la mañana siguiente sus padres aparecieron muertos.

Como todos los demás niños del grupo, Royroy comenzó dibujando. Hizo un montón de dibujos en los que aparecían pequeñas figuras humanas que llevaban armas, que se disparaban unas a otras y disparaban contra los helicópteros. Royroy aparecía normalmente en sus propios dibujos, luchando con los buenos en contra de los malos. Los malos pertenecían a la unidad militar que se llevó a los padres de Royroy. Parecía como si Royroy quisiera vengarse. Sus descripciones eran muy detalladas y estaba claro que tenía talento para el dibujo y la composición. Trabajaba en silencio y apenas hablaba con los demás niños del grupo. No me prestaba la menor atención y se alejaba en cuanto alguien lo rozaba. Parecía tener muy poca autoestima, y era muy tímido.

Yo le dejaba trabajar en paz. No manifesté ninguna expectativa, y me limitaba a proporcionarle el papel necesario para que hiciera sus dibujos. También le decía que tenía mucho talento para el dibujo. Cuando le dije esto me miró a los ojos con expresión feliz, pero apartó la mirada casi inmediatamente.

Poco a poco fui introduciendo otras técnicas que los niños podían aplicar a sus dibujos, como el uso del pegamento y la arena antes descrito. Royroy resultó ser muy creativo. Parecía disfrutar cada vez más con las sesiones. Fue el primero que tuvo la idea de usar materiales del jardín, como hierba y hojas. Luego pasó al trabajo en tres dimensiones, y construyó un barco con una hoja de papel. Su trabajo seguía siendo muy minucioso su barco de papel tenía una vela, una red y un pescador y hermoso. Los demás niños y yo expresamos nuestra valoración de su trabajo. Royroy fue perdiendo la timidez y comenzó a mostrarme las cosas de las que se sentía particularmente orgulloso.

Un día, cuando llevábamos trabajando cuatro semanas, Royroy me mostró un dibujo de dos ejércitos luchando. Señaló quién era él en el dibujo y luego a otra figura que combatía a su lado, y dijo que era yo. Me había aceptado e incluso sentía que yo estaba de su parte. Poco después, Royroy empezó a dibujar casas, árboles y niños que comían helados. Sus dibujos sobre la guerra pasaron a segundo plano. Sonreía más a menudo, hablaba con los demás niños, se sentía claramente orgulloso de su trabajo y dejó de ignorarme. Aun así, era más introvertido que otros niños.

Royroy había estado ahorrando todo el dinero que recibía para sus gastos y el último día del programa compró una pistola y un cuchillo de juguete. Estos objetos posiblemente le proporcionaban una sentimiento de seguridad y, acaso, de poder; se mostraba seguro de sí mismo, miraba a la gente a los ojos y hablaba con los demás. Lo cierto es que estos juguetes parecían darle la autoestima que tanto necesitaba.

Sin duda Royroy aún tenía un largo camino por andar, pero había sacado algo positivo de las sesiones de TPC: había empezado a relacionarse con los demás, volvía a sentir que había personas que lo apoyaban y que estaban de su parte. Había descubierto que era capaz de hacer algo bien, que era creativo y que los demás apreciaban estas cualidades. Había recuperado algo de autoestima y era capaz de expresar algunos de sus sentimientos de venganza. En el futuro tal vez pueda aprovechar su gran talento creativo para hacer frente a otros acontecimientos de su vida.

Conclusión

Los conflictos armados tienen un impacto desproporcionado en los niños que viven en las zonas afectadas por éstos. Los niños traumatizados, inicialmente un subproducto de la violencia, pueden convertirse a la larga en una amenaza para la estabilidad de la comunidad, pues no saben cómo enfrentarse a los sentimientos que la guerra ha desencadenado en ellos, sino a través de un comportamiento trastornado. Esto reduce a su vez la estabilidad social y hace que la comunidad entera se torne más vulnerable a las presiones externas. Para cualquier proceso de desarrollo es crucial ayudar a los niños a superar las experiencias traumáticas que hayan podido sufrir, de un modo que les refuerce y les haga sentirse útiles.

Pese a que el experimento de la ciudad de Davao no respondía a un diseño formal, como tampoco los informes que a diario se realizaban, la evidencia empírica sugiere que la TPC es un instrumento que puede resultar de gran utilidad para la rehabilitación y el desarrollo. Quizá valga la pena poner en marcha un proceso experimental más formalizado en situaciones comparables, con el fin de evaluar más plenamente las posibles aplicaciones de este enfoque terapéutico. Del mismo modo, aunque este artículo señala las posibilidades multiculturales y multilingüísticas del proceso, sería necesario realizar nuevos estudios.

Aunque tal vez no sea posible aplicar el TPC a escala universal tal como se ha desarrollado en Holanda, estoy convencido de que los principios básicos y las ideas que hay tras esta terapia son válidos para cualquier niño en cualquier entorno, siempre y cuando se tengan en cuenta la situación y la cultura autóctona y se incorporen a la terapia. Asimismo, es esencial contar con personal local con experiencia previa en el desarrollo de actividades creativas con fines terapéuticos, los cuales pueden recibir capacitación para utilizar la TPC; ello contribuirá a asegurar el enriquecimiento de cualquier modelo terapéutico local existente. Por ejemplo, los miembros del CRC sabían lo que querían aprender; se mostraron dispuestos a descubrir por qué ciertas actividades tenían determinado impacto sobre determinados niños. La falta de experiencia del personal local puede hacer que el modelo terapéutico occidental predomine sobre las iniciativas locales, en cuyo caso no lograría satisfacer las necesidades de los propios pacientes. Por esta razón es esencial que participantes en las actividades de capacitación y su formador hablen con fluidez la misma lengua (7).

En lo que a política de desarrollo se refiere, la financiación y la formación de personal local de TPC podría ofrecer resultados muy positivos a largo plazo. Trabajar por la salud mental de los niños de hoy es contribuir a la creación de futuras generaciones de adultos mentalmente más sanos.

Notas

La autora

Hàns Buwalda es especialista en Terapia de Proceso Creativo. Cuando escribió este artículo trabajaba como voluntaria en el Childrens Rehabilitation Center de Filipinas, una organización que ofrece tratamiento y programas de rehabilitación a niños psicológicamente traumatizados por experiencias bélicas.

Este artículo se publicó originalmente en Development in Practice, Volumen 4, número 1, 1994.


Contact  -  Subscribe - About - Abstracts -  Submissions